martes, 30 de agosto de 2016

EL AMOR NO MUERE: SE TRANSFORMA


                                              Foto de Mar Martínez.  
                        Página de Facebook de la fotógrafa Mar Martínez 
                                         

Tengo la creencia absoluta de que si has querido o amado a una persona no puedes dejar de hacerlo nunca. Veo absolutamente incoherente pasar de amar con locura a sentir indiferencia o a crearse sentimientos de odio.

Creo que mi hecho diferencial al de muchas otras personas es que sé "mutar" el grado de amor que profeso a una persona. Me explicaré para que se me entienda.

Yo si he estado enamorado de una persona, si la he querido, si la he deseado, -aunque no haya sido correspondido, aunque no se haya culminado el deseo- no puedo desearla nada malo; SIEMPRE la deseo lo mejor.
Quiero que sea feliz. Al igual que quería ser feliz con ella o que ella fuera feliz conmigo quiero que ahora lo siga siendo. No me mueven rencores ni envidias. No me alimentan vendettas. La madurez es asumir que tenemos que trabajar nuestra capacidad de renuncia y ser felices con la felicidad ajena.
Si no ha podido ser conmigo, pues perfecto, si esa persona me interesaba para estar con ella creo que merece la pena lo suficiente para que tenga la mejor de las fortunas.

Si hablo de amores no correspondidos para los que sí lo son las razones son, incluso, más poderosas.

No me cabe en la cabeza que personas que han tenido una historia de amor se lleven mal. Lo siento, es que no logro entender que donde ha habido sentimiento pueda haber odio. Me parece impensable que los sentimientos puedan mutar de buenos a malos tan rápidamente, aunque haya habido cosas malas, si son de relativa baja intensidad o un simple cambio de prioridades.

Obviamente excluyo de estas consideraciones cuando en el seno de la pareja ha habido pérdidas de respeto que hayan desembocado en lo que sea. Si alguien te pega, te insulta, te humilla, te veja, te menosprecia... es de cajón que no puedas quererle o desearle nada bueno. Como mucho te puede ocasionar indiferencia. Estos hechos son las excepciones que confirman la regla.

Me sorprenden los "malos deseos" relacionados con personas en las que no ha habido más que un tema de desamor o de amor no correspondido.
¿Hay obligación de querer por decreto? ¿Tenemos que querer a alguien siempre aunque no es lo que sintamos? ¿No existen más modos de querer?

A esta última os respondo contundentemente, de manera categórica: SÍ.

Por experiencia propia puedo deciros que yo hay gente que quiero o amo más que cuando he estado con ellas. Incluso a algunas que podía haber estado con ellas y que nunca pasó el tren.
Siempre presumo orgulloso que en Facebook tengo muchas chicas con las que he tenido algo y nos queremos. Hay grados, pero nos queremos. Yo sé que pueden tener pareja y mi único deseo es que sean buenos con ellas. Eso es amor, no busquéis sinónimos ni eufemismos.

Tenemos un miedo tremendo a decir las palabras amar o querer. Parece que nos cobraran por cada vez que las emitimos.

Hay gente que dice que donde hubo fuego siempre habrá cenizas, es cierto que puede darse. En temas relacionados con sentimientos no hay verdades absolutas.
De todas formas recordad que las cenizas no arden por sí solas, son recuerdos de que hubo algo bonito ahí. El acto de madurez es saber que se puede amar de diferentes maneras.

En algún caso puede haber segundas oportunidades, pero en mi caso no suele ser así porque me parece que si una relación se rompe es por unas causas y si esas persisten lo único que se logra repitiendo actos es que se repitan errores. La gente tiene derecho a ser felices por su lado, no tienen que depender de nadie para su felicidad. No somos tan importantes.
El deseo ha mutado en cariño -o en amor según los casos- pero no en amor del que hay en pareja, amor de amar con mayúsculas que es mucho más perdurable en el tiempo y que adapta diferentes variables todas ellas enriquecedoras.

Amar con madurez, tener capacidad de renuncia, transformar el amor según la circunstancia y ser generosos en sentimientos : preciosa receta de felicidad.


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