lunes, 23 de abril de 2018

SIRADIO, LA SONRISA QUE VINO DE ÁFRICA



   El tío tiene percha. Anda cerca del 1,90 y está bien formado. Tiene cara de buena gente, de nobleza, del que enfoca la vida con optimismo y prefiere sonreír a las desgracias.
Suele estar de buen humor. Soporta mis bromas, eso tiene mérito porque a veces soy cansino y pesado. Pero aguanta y contraataca. En ningún momento me ha dicho que se haya molestado por nada, es más se descojona. Algunas de las coñas dichas en Twitter me habrían proporcionado mil hostias de los ofendiditos de serie.

Siradio es de Senegal. Es mi compañero de piso junto a una asturiana cojonuda. Vino en patera. Él, no ella.

Tuvo los santos arrestos de dejar a su familia allí y jugarse la vida para buscar un futuro mejor.
Eran 150 personas en la embarcación, estuvieron de viaje hacia el primer mundo unos quince días.
En ese barco se encontraban toda clase de géneros, edades, religiones y nacionalidades.
Me contaba que un día fue especialmente intenso. La mar estaba brava y estaba dispuesta a cobrarse alguna víctima con un fuerte oleaje que movía varios metros para arriba la embarcación. El compañero de aventura que estaba delante de Siradio salió despedido, volando, como el que está en un carrusel ferial y le ha fallado la protección. Mi amigo le agarró de la mano cuando estaba a punto de caer al agua, de hecho cayó pero con la mano de este negro generoso entrelazada. Luego vino más ayuda y pudieron rescatar de los brazos de Neptuno al afortunado ser humano.
Se pasó todo el viaje dando las gracias a mi amigo en un idioma que no conocía, pero le decía algo así como que le debía la vida. Así era.
No se da importancia al contarlo, pero pone esa mirada del que ha mirado a la muerte de cerca y sabe como engañarla.

Llegaron a las Islas Canarias, a Santa Cruz de Tenerife. Sin ninguna víctima. De allí les internaron una larga temporada en un CIE.
Mi opinión sobre estos centros es clara, si están hechos para albergar a 500 personas y tienen a 5000 pues está claro que algo falla. Internos y personal funcionario no pueden estar en las mejores condiciones. No tienen pinta de ser sitios muy "humanos".
Siradio no lo criticó, lo considero algo que pasó y ya está. No hay que valorar lo que ya está valorado si tienes un mínimo de sentido común.

De las islas afortunadas se trasladó a la península y vivió en Barcelona y en Logroño, ahora está en Madrid donde ha tenido la suerte de coincidir conmigo, que soy un tipo del que puedes aprender mucho, incluso cosas buenas.

Nos respetamos, nos damos nuestro espacio, pero hablamos. Siradio habla un perfecto español que sería la envidia de cualquiera de los últimos expresidentes españoles. Ya, el listón tampoco está alto, pero la verdad es que su vocabulario es amplio y pilla todos los dobles sentidos y eso es de agradecer porque yo he conocido mucha gente que tenía el castellano como lengua materna y que no pillaba ni una, y no solo eso, se enfadaban.
La ignorancia no tiene fronteras, las ganas de saber menos.

Y aquí me encuentro, viviendo una nueva experiencia vital con un personaje del que se puede sacar mucho jugo, un tipo listo, con valentía, con humor, con ganas y con un gran carisma.
Es como yo pero yo soy más pálido.



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